viernes, 26 de noviembre de 2010

TOLERANCIA EN UNA HUMANIDAD MÚLTIPLE: ¿CUÁLES SERÍAN SUS PRINCIPIOS?

“Eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa”
(DON QUIJOTE)

Resumen: ¿Es posible hallarse la Tolerancia en una Sociedad Pluralista? Sociedad cuya concepción Relativista es tan remota de condescender el mal sin aprobarlo. Inteligiblemente es posible y sin que suene algo retórico; la tolerancia y las máximas que de ella emanan como: la dignidad,  la libertad, la cultura democrática y la diversidad cultural, son cimientos fundamentales para sembrar y robustecer una humanidad cada vez más proba con una perspectiva acomodada por las máximas éticos-religiosos, erigiendo de esta manera una sociedad con rostro benévolo.

Abstract: Could be possible live the tolerance in plurals society? It is remote a society with a relative conception that it allows bad thing without approving them. Of course it is possible and it is not a rethorical thing; tolerance and principles like: human dignity, freedom, democracy and cultural diversity are the fundamental axles to promote and consolidate a just plural society, with a point of view based in ethic-religious principles building in this way a society with a human being face.


Palabras Claves: Tolerancia, Pluralismo, Dignidad Humana, Democracia, Libertad, Responsabilidad.
Key Words: Tolerance, Pluralisms, Human Dignity, Democracy, Freedom, Responsibility. 


“El hecho de que millones de personas compartan los mismos vivios no comvierte esos vicios en virtudes; el hecho de que compartan muchos errores no convierte estos en verdades; y el hecho de que millones de personaspadezcan las mismas formas de patología mental no hace de estas personas gentes equilibrada”
(E. FROMM)

La tan aludida y anhelada libertad del hombre debe entenderse en el marco de una cultura plural donde muchas veces se ve sometido por los cambios constantes de la vorágine que supone la compleja y difícil situación que nos ha tocado vivir.

 Durante mucho tiempo la sociedad ha ido regenerándose y evolucionando de manera rápida y veloz. Teniendo como consecuencias una gama de presupuestos relativistas, que solo se empeñan por desfigurar la parte fisonómica, de un aspecto recto y bien formado como el que se debería llevar a acabo y lo cual genera una confusión en la sociedad. Hablamos de degenerar al pluralismo encaminado a través de la tolerancia, ésta a la vez se encuentra amenazada por modos de pensar y actuar desequilibrados que se desarrollan en muchos países.   

Estos vacilaciones en verdad son y viven siendo uno de los grandes obstáculos para que en realidad surga y se desenvuelva una sociedad pluralista[1], como debe de ser, una sociedad que tienda al bien común de todos sus miembros y que de además de frutos de ser demócrata y veraz.

Lo que se está pretendiendo es primero, analizar los elementos comunes es decir, el modo de pensar que caracteriza un pluralismo o estratificación de agrupaciones (hombre-sociedad) en una sociedad democrática; segundo, presentar a la sociedad moderna, como: eje constitutivo y ordenador fundamental al valor de la tolerancia[2], aquel jarabe que alivie nuestras relaciones, en función del amor que uno se tiene y el que debe a los demás, por su anhelo de perfección y por último, identificar los presupuestos favorables y enriquecedores para una sociedad pluralista.

Es aquí donde considero que la tolerancia y los principios que de ella se derivan como: la dignidad humana, la libertad, la cultura democrática y la diversidad cultural, son raíces fundamentales para promover y consolidar una sociedad cada vez más justa con una visión orientada por los principios éticos-religiosos, construyendo de esta manera una sociedad con rostro humano.

 El pluralismo ha de abrirse y mostrar a un ser único e irrepetible, con toda una gama de libertades que lo hacen capaz de relacionarse y poder de esta manera alcanzar el bien común, entendido como aquel bien justo de cada persona en una sociedad.

Uno de los valores fundamentales de la vida universitaria es precisamente el pluralismo. Es decir, la coexistencia en tolerancia de múltiples puntos de vista. Por eso es fundamental comprender, al inicio de esta reflexión, qué entendemos por el concepto tolerancia. El tema de la tolerancia hoy por hoy esta unido al tema de la democracia y forma parte de los valores que la sociedad en su conjunto quisiera aplicar en la praxis social.

En efecto, uno de los razonamientos con más peso en el debate por la sociedad del futuro coloca a la tolerancia como uno de sus ejes constitutivos y/o ordenador: la sociedad moderna o es tolerante o no será. De acuerdo, pero, ¿Qué entienden por tolerancia las sociedades modernas? ¿Cómo afecta esto a la praxis universitaria?

Se tomará en cuenta en un primer momento, conocer el pluralismo social actual, a través de los modos de pensar: Permisivismo, Utilitarismo y Positivismo, los cuáles han sido fundamento de Relativismo Social en la historia de la Antropología; además de ir íntimamente relacionado, como la solución fundamental, con la tolerancia. Y por último conoceremos de qué manera se tiene sentido en la vida pluralista, en virtud de los principios éticos-morales que como sociedad y grupo humano debemos practicar.


Pluralismo Social Actual[3]
Para poder hablar de estas, por decirlo así, corrientes de agua turbia. Es que nos referiremos un poco de cada una de ellas, para buscar y encontrar el contexto en la que ellas viven y darse cuenta de lo mal que harían con su presencia en una sociedad en vías de desarrollo y más aún con la capacidad  de ser una colectividad de paz y tolerancia. Por ello es de suma importancia que se relacionen intrínsicamente con todos los andares de la sociedad a los valores como pilares para llegar alcanzar algo concreto y real en el mundo.

Hablar del Permisivismo[4] es referirnos a un escape de todo lo que nos rodea, mostrar una indiferencia total a lo que el mundo, la sociedad y uno mismo está padeciendo. Por ello que es muy corriente hablar de libertad de una forma muy enaltecida en donde solo tú decides y haces, pero no siempre se insiste lo suficiente en que uno es responsable de sus actos, y las modificaciones que conllevan sus actos -sean cometidos por uno mismo o por la sociedad- por que al fin y al cabo todos somos una sociedad.

Pues la superabundancia de libertad social y el consiguiente desperfecto de responsabilidad y autoridad han constituido un modo de pensar y actuar que hoy ha llegado a ser muy predominante donde se pretende excluir cualquier signo de reproche hacia conductas disparejas a las que comúnmente nosotros realizamos.

 Donde el inconveniente se centra en un único criterio: “yo puedo hacer lo que quiera mientras no perjudique” (YEPES y ARANGURÉN; 2003: 133), lo que hace pensar que ninguna de nuestras acciones afecta de una u otra manera a la sociedad; por ende pensar en que lo que haga o deje de hacer el otro me tiene sin cuidado.

El problema entonces reside en que en realidad no hay ninguna acción que no tenga influencia en los otros, pues cada uno al elegir -se elige-, forma un carácter, una historia que influirá de un modo u otro en la sociedad, por ello proteger a la sociedad y a sus miembros en ese egoísmo sin sentido es deshumanizarla.

En realidad aquí sería hablar de muchos aspectos que viene relacionados con el permisivismo, pero si seria claro hablar de que la tolerancia es un medio imprescindible para alcanzar el respeto, la responsabilidad y el cariño que debe mostrar una sociedad. Sin ver que caigamos en suposiciones de un mundo en el que todo contenido de palabras y realidades, sea el evitar a la verdad por la opinión y el verdadero compromiso humano para solo tildárseles de modos fundamentalistas.

Al hombre en sociedad tiene que importar lo que en verdad pasa con él y con su sociedad, y no solo condescender ideas sin base de veracidad, confundiéndose la libertad con hallarse solo y con sus propias convicciones.

El mejor modo de que crezca la libertad social es que él que dirige la sociedad -la autoridad, como aquella que se conoce y conoce la realidad, aliente la libertad y la iniciativa- de muestras de diálogo racional entre sus miembros, que es único modo de garantizar un uso responsable de la libertad, la única manera de edificar una sociedad realmente libre y responsable (Cfr. YEPES y ARANGURÉN; 2003: 136).

Luego, más allá de toda libertad social encontramos otro de los obstáculos para el pluralismo social, como es la búsqueda de un Bienestar Absoluto –Utilitarismo-[5] es un prototipo de sociedad liberal en la que no tiene cabida los valores absolutos, las convicciones firmes y los principios incondicionados. Donde el único valor incuestionable es el bienestar -de uno mismo y de todo lo que le convenga- a través de las cosas terrenales y banales. Así es como se constituye un ser humano que sea libre a costa de todo para encontrar su propio bienestar.

El hombre de hoy, es egoísta y siempre buscará su propio interés, las relaciones sociales se convierten en ficticias, en el sentido de no naturales y la sociedad está formada por la suma de intereses individuales que lo constituyen ( Cfr. FAZIO; 2004: 181): el hombre solo tiene un solo fin, que es él mismo[6]; lo que se da entonces es un cálculo algo hedonista para medir “la mayor satisfacción posible para el mayor número de personas afirmando que solo el placer es la fuente genuina de la felicidad"(Cfr. AYLLÓN; 2000: 131- 135).

En el utilitarismo “la deliberación moral ha de adoptar la forma que resulte más ventajosa” ( RODRÍGUEZ; 2001: 119). Esto ocasiona conflicto, por ejemplo al determinar la moral del aborto o juzgar la moralidad del aborto. La consecuencia de adoptar este pensamiento egoísta, es que se tilda a la sociedad de poseer un materialismo insolidario y carente de valores morales verdaderamente profundos: hay como un vacío. Lo cierto es que “el bienestar por sí mismo no produce la felicidad; es simplemente un requisito de ella. La felicidad no consiste simplemente en estar bien, sino en estar haciendo algo que llene la vida” (YEPES y ARANGURÉN; 2003: 177).

Hoy en día los valores representan un riesgo para la libertad, puesto que ellos limitan de alguna forma esa capacidad que tiene el hombre de decidir y hacer lo que le plazca, sin imaginar que el fin en sí mismo no está en hacer lo que uno quiera sino en hacer lo que se debe. De ahí la necesidad imperiosa de tomárselos a broma y unir a la democracia y el relativismo.

El único criterio de la moral y el derecho de que dispone la democracia es la convicción mayoritaria compartida, una corriente que convierte el principio mayoritario en fuente de verdad y el bien en la subjetividad de los demás, sujetándose con la dignidad humana y los derechos humanos, además de repudiar y rechazar el fin de la ética como estilo de vida (Cfr. RATZINGER; 2005: 14-15).

Con esta corriente es que vamos trastocando a la libertad y democracia envilecida como un fin relativista. Por ello lo seguidores de esta doctrina han tomado la decisión de tomárselo todo a la broma, empezando por la moral a la que no hay que prestar demasiada atención, sino que hay que vivir la vida, vivir superficialmente, perseguir lo banal y ser ligero con lo que acontece en el mundo.

La sociedad actual es aquella que coexiste corrompida por las corrientes, como la del bienestar liberal, que cree exclusivamente en cosas sin sentido y fundamento real que le hagan alcanzar su perfeccionamiento como el éxito, el dinero, la fama, el poder o el goce, los principios que los fundamenta.

Y para buscar una solución o catarsis a este desarrollado problema es que debemos promover la ética, de la mano gracias a la tolerancia verdadera, como un modo humano de ganar tiempo en el trabajo de ser mejor y así poder contrarrestar todo relativismo que lo único que logra es destruir a la persona y la deshumaniza.

Hay que convertir al hombre en un ser abierto a un mundo, a la diversidad cultural,  cargado de oportunidades de actividad, de creatividad, de amor para causar en él y en su vida una camino que lo lleva dentro de una sociedad pluralista -donde los gustos y fines son distintos pero se encierran en el bien común- al alcanzar el perfeccionamiento y la virtud [7] anhelada.

El mundo global de hoy nos ha enseñado que todo valor moral carece en sí de fundamento por el relativismo. Así es como llegamos y encontramos al Positivismo[8] que llega al extremo de defender la certeza relativista como un medio fácil para alcanzar lo que uno desea en la vida. Pues antes, hablábamos de crear un ámbito social, sin obstáculos que permita al individuo moverse en todas las direcciones posibles; ahora nos dedicaremos a una corriente que lo que busca es asegurar la división y transmisión del poder fungido en una sociedad pluralista.

Todo su desarrollo en la sociedad pluralista actual se ha venido dando, como todo lo que importará en un mundo de diversidades que exista alguien que lleve el poder, sin pensar en los demás, cayendo muchas a condenar al inocente, torturar al prisionero o débil, utilizar en beneficio propio las posibilidades inmensas del poder, quitar la vida a un hombre o privarlo de sus derechos inalienables por las diferencias encontradas, es algo aberrante. “La unidad e igualdad entre los hombres, cuya proclamación resulta especialmente necesaria en épocas de creciente fragmentación, imparable orgullo nacionalista y enemistad ideológica” (RATZINGER; 2005: 20).

Así es como la tolerancia tiene el arduo trabajo de saber que la unidad, igualdad, solidaridad y respeto serán los bienes en cuyo orden podrán sacar adelante a una sociedad que solo vive en enemistad, cegada por el poder y la soberbia.

Los seres humanos que buscan en verdad el cambio y el bien común ahora ya saben a lo que nos enfrentamos, tres modos o prototipos que día a día nos hace la guerra de irrumpirnos y dejarnos llevar por lo fácil, lo banal y el poder. La Tolerancia en sí, se mostrará como un medio posible para salvar a una sociedad pluralita, llena de capacidades y destrezas, pero también de debilidades en su ideología.

Lo que se busca es que la tolerancia de paso al trabajo en conjunto y la convivencia sana y pacífica de sus miembros. Y sus miembros tienen la imperiosa necesidad de velar por lo que quieren en verdad, qué es, la vida como seres que trascienden y dejan huella en el mundo.          


Presupuestos Éticos para una verdadera Tolerancia en un Sociedad Pluralista

La Libertad y la Dignidad de la Persona Humana
La Dignidad Humana es el valor propio de la persona moral. Consiste en respetarse a sí mismo como respetar a la persona de los demás. El respeto es el sentimiento moral que surge espontáneamente ante la presencia de otra persona y esto conlleva un valor moral. El hombre merece el máximo respeto al margen de su raza, de sus comunicaciones políticas, religiosas, etc.

Estas personas ha respetar dentro de la dignidad parte del amor a uno mismo y al prójimo, en una compensación de igualdad y justicia, al agradecimiento y solidaridad. La libertad, en su sentido moral, dentro de una sociedad pluralista: es la facultad de escoger la realización de un acto teniendo como base la responsabilidad. Siendo así, la libertad se manifiesta a través del propio razonamiento o ideas concretas, como la opinión personal, el argumento defensivo orientado a convencer a los demás.

La libertad no puede considerarse aisladamente, pues lo que ya somos es uno de sus límites. Otro límite son las consecuencias de su uso, que son parte de la libertad social. Cuando actuamos, nuestra conducta afecta a los demás y a nosotros mismos, queramos o no. “El uso de la libertad y la acción humana modifican las situaciones” (Cfr. VILLAPALOS; 1997: 269).

Para tener en cuenta las consecuencias de la libertad es preciso aludir a la responsabilidad y a la autoridad. La primera es el cultivo de la atención hacia las consecuencias de nuestros actos, el hacerse cargo de ellas. La segunda, la instancia que dirige y coordina las distintas libertades en relación con la situación concreta de que se trate.

Es muy corriente hablar de libertad, pero no siempre se insiste lo suficiente en que uno es responsable de sus actos. De la misma manera, desde hace bastante tiempo, en Europa es corriente considerar que libertad y autoridad se oponen, y que donde se da una no puede dar la otra. Ahora vamos a considerar cierto exceso y cierto defecto de la libertad social, o lo que es lo mismo, la relación entre ella, la responsabilidad y la autoridad.

El exceso de libertad social, y el consiguiente defecto de responsabilidad y autoridad, puede ser llamado permisivismo o ideología tolerante. Es un modo de pensar y actuar que hoy ha llegado a ser predominante en muchos países europeos (Cfr. YEPES y ARANGURÉN; 2003: 132).

La actitud tolerante asume una verdad importante que no es patrimonio suyo: el pluralismo, la diversidad y la tolerancia son valores irrenunciables, que asumen la forma de un ideal al que aspirar, a partir del hecho evidente de que somos distintos, y hemos de respetarnos como somos, distintos, con opiniones, estilos de vida y valores diferentes.

Este respeto al pluralismo y la diversidad, hoy extendida incluso a las especies biológicas, responde a una realidad indudable y fundamental: la civilización europea, años atras, ha valorado y defendido, por concretas y a veces trágicas circunstancias de su historia, el pluralismo religioso, cultural y político. Hemos aprendido a convivir con gentes de distintas culturas, tradiciones y religiones.

El proceso cultural de los tres últimos siglos nos ha enseñado que esa pluralidad no es una pérdida, sino todo lo contrario, una ganancia. Hemos aprendido a respetar y a convivir con quienes no piensan como nosotros. Esto no es sólo un hallazgo, sino un crecimiento de la sensibilidad hacia la dignidad de la persona y su libertad, que en Europa ha existido desde el Siglo V antes de Cristo, y en especial desde que éste predicó su mensaje.

Esa sensibilidad ha aumentado mucho gracias a la mejora de la educación y a la progresiva desaparición de la miseria económica, jurídica, política y moral que se ha ostentado por largo tiempo.

El respeto al pluralismo y a la diversidad, por tanto, forma parte esencial de toda verdadera cultura, por tener profundas raíces en la misma racionalidad humana. Se trata de un valor que no es patrimonio de la ideología tolerante que aquí tratamos de caracterizar, sino que la trasciende con mucho. Es ésta un modo de pensar que aparece cuando, por entender mal las relaciones humanas, se lleva ese valor al extremo.

La actitud tolerante, en efecto, es “el desarrollo lógico del ideal de la visión liberal del hombre y de la sociedad, arraigada principalmente en el mundo anglosajón y germánico” (YEPES y ARANGURÉN; 2003: 132). Según esa visión, la libertad consiste sobre todo en emancipación, es decir, independencia, autonomía respecto de cualquier autoridad: cada uno es la única autoridad legisladora sobre sí mismo; la autoridad civil no pasa de ser un simple árbitro, que organiza los intereses de individuos que eligen libremente lo que quieren.

Es así como afirmaríamos que: “mi libertad termina donde empieza la de los demás, pero ambas se relacionan poco: yo puedo hacer lo que quiera mientras no perjudique” (YEPES y ARANGURÉN; 2003: 133). Esto se puede llamar el principio de no hacer daño a otros, que sería el único criterio para decidir lo que se puede o no se puede hacer: mientras no se lesionen los derechos de los demás, cada uno puede actuar como le plazca.

El problema de ese principio está, en que no hay ninguna acción que deje de tener influencia en los otros, aunque sea de forma indirecta, pues ya se dijo que uno se hace mejor o peor según elija lo mejor o lo peor: al final la sociedad también se hace mejor o peor. Algunos valores por ejemplo, la paz social y la seguridad urbana, pueden desaparecer si no se educa a la gente en ellos.

 Dejar de educar a una sociedad en la convicción de que el rechazo a la violencia es un bien puede producir el aumento del crimen, aunque uno no sea un criminal. El principio de no hacer daño a otros es un criterio necesario, pero no es el único: se precisa inculcar valores a la gente para que ésta luego los defienda, y se evite así un proceso de decadencia.


La Democracia y la Diversidad Cultural
Muchos de nosotros nos consideramos demócratas aún cuando la democracia no sea perfecta y aparezca como algo Utópico, como una realidad humana que no existe en ningún rincón de este planeta. Casi siempre pensamos en la democracia en el mundo de la política: elecciones libres, alternancia en el poder, parlamento pluripartidista, independencia y mutuo control de los tres poderes del Estado.

Hoy me gustaría reflexionar sobre una visión de la democracia que considero más profunda y esencial. Creo que no hay democracia verdadera y permanente sin pluralismo y tolerancia en la vida familiar, laboral, eclesial, social. Aún más, creo que se aprende  a vivir en democracia ejercitando  diariamente, en lo más cotidiano de la vida, la aceptación de la diversidad.

El mundo es diverso, es una evidencia, es un dato de la realidad ; pero percatarse de esa realidad en la vida cotidiana es bastante más difícil que decirlo. Y si percatarse de la evidencia es difícil para algunos, asumir que la diversidad es una riqueza, un don para el crecimiento de la persona humana y de toda la sociedad, es todavía un ejercicio más arduo y complicado en nuestro comportamiento social.

En efecto, la biodiversidad es un concepto y una realidad que nos invita a abrirnos a la pluralidad de pensamientos, de actuaciones, de opciones filosóficas o políticas. Pero hay por lo menos dos formas de abrirse a la diversidad: una, para defenderse porque convivir con seres diversos es considerado una amenaza a nuestra propia forma de ver la vida.

Otra manera de abrirse a la diversidad es mediante el intercambio pacífico, sereno y civilizado; encontrar entre todos consensos, cooperación, crítica sana, polémica respetuosa y seria, búsqueda del bien de la familia y de la comunidad. Si sólo constatamos y aceptamos de mala gana, refunfuñando que el mundo, las personas y la sociedad son diferentes, entonces sólo asumimos la diversidad.

Si además, concebimos que esta diversidad es sana, es recomendable, no es un estorbo para la democracia sino que es provechosa para buscar la verdad, para alcanzar la justicia y lograr el progreso humano, entonces vivimos la virtud ciudadana del pluralismo. Y del dato de la diversidad a la virtud del pluralismo va todo un camino de tolerancia y respeto a los derechos de los demás.

Dios hizo la creación como un inmenso abanico de diversidad y puso en cada ser humano a una persona única e irrepetible, entonces la forma más cercana a la voluntad creadora de Dios es compartir este mundo diverso y plural en una convivencia tolerante y pacífica. La tolerancia es la virtud cívica que más complementa a la diversidad y el pluralismo. Tolerar es no escandalizarse de que otros piensen distinto de lo que yo tengo como mi verdad. Nadie tiene la verdad total y absoluta. Sólo Dios es la verdad y el quiso darnos libertad y conciencia crítica para encontrarla por nuestros propios medios y caminos con la asistencia del Espíritu Santo.

La tolerancia es un requerimiento mínimo muy importante sin el cual no hay convivencia sana ni paz social. El ambiente se pervierte, se pone tenso, se torna irrespirable. Se mueve la violencia y se divide la comunidad estorbando a su mayor y más pleno desarrollo. Pero no basta con tolerar. La tolerancia sola es como tierra sin semilla, pues sin ella no podría dar frutos, necesita de principios morales básicos para sembrar una sociedad cada vez más justa y homogenia. Más allá de la tolerancia está la convivencia, sobrevivir significa compartir la vida con los demás, buscar con los demás, aún cuando piensen distinto de nosotros, unos puntos de coincidencia, unos mínimos de aproximación, un consenso aceptable y honorable para todos.

He aquí, a mi forma de ver, la verdadera madurez cívica. Lo demás es permanecer en la adolescencia apretada e intolerante de la familia y de la comunidad. No hay que temer a la diversidad. La uniformidad es el mayor enemigo social de la libertad. La verdad y la justicia son suficientemente fuertes y persistentes para alcanzar, respetando la libertad personal de cada ciudadano y el dinamismo plural  de la sociedad, el desarrollo pacífico de la democracia.

Hagamos, pues, este camino que empieza por aceptar sincera y gallardamente la diversidad. Que prosigue por considerar que esta diversidad puede ser un resorte positivo para buscar el bien personal y social y así ser cultores del más sano pluralismo. Que continúa avanzando hacia una sociedad tolerante que hace del debate público y del ejercicio del criterio y no de las ofensas y los ataques los métodos cotidianos para alcanzar metas comunes en beneficio de la comunidad.

Camino que, por fin, debe desembocar en una convivencia verdaderamente participativa en que los ciudadanos nos entrenemos en lo que considero como los mejores métodos para ir de las tensiones a la paz: la solución pacífica de los conflictos, la búsqueda crítica y transparente de consensos honorables y aceptables para todos.

De la tensión diaria, de la discrepancia cotidiana, de la diferencia propia de personas y sociedades libres, podemos y debemos pasar al debate respetuoso, a la serenidad ciudadana, a la crítica sin ponzoña, y a la verdad buscada entre todos. Creo que es posible, y además, lo más útil y recomendable para crecer en humanidad y democracia.

Finalmente, con el paso del tiempo hemos visto como la sociedad ha ido evolucionando en su forma de actuar y pensar, creándose así una pluralidad moderna, la cual contrapone y abusa actualmente de uno de los principios éticos fundamentales para la convivencia: La tolerancia, que cuando no es practicada conlleva muchas veces a conflictos sociales en el ámbito de las ideologías políticos –religiosas en su gran mayoría.

La Tolerancia a la vez consiste en ejercer una libertad a la luz de la responsabilidad. En ese sentido; “el ser responsable y obedecer aquello que nos promociona no implica dejarse dominar por quien dispone de mando sobre nosotros, sino colaborar con quien goza de autoridad, es decir: de poder de promoción” (VILLAPALOS; 1997: 228).  Sin embargo, creo que realmente la idea anterior intenta construir un concepto concibiendo una sociedad idealizada donde todo funciona tal y como pensamos o como deberían ser las cosas.

Por ello resulta importante ver a la Tolerancia como el reconocimiento de los otros como seres humanos, con derecho a ser aceptados en su individualidad y sus múltiples diferencias. Así como el que es tolerante sabe que, si alguien es de una raza diferente a la suya o proviene de otro país, otra cultura, otra clase social o piensa distinto de él; no por ello es su rival o su enemigo. Por tanto, consideramos que la libertad, responsabilidad y autoridad bien ejercidas son características fundamentales para una práctica saludable de la tolerancia.

Además, En el ámbito social se puede hablar analógicamente de pluralismo: noción contemporánea versátil de la estratificación de caracteres de los hombres, desarrolladas en un lugar y determinadas por fines culturales, económicos y político en un marco temporal específico. Cuando la sociedad está constituida por una pluralidad de agrupaciones autónomas, según los diversos ámbitos reales, debido a que todo los valores humanos pueden contribuir a estructurar la sociedad y a fundamentar al reconocimiento de la dignidad humana.

Aceptar a los demás como son y de donde provienen es un principio universal básico para mantener buenas relaciones en una sociedad o mundo pluralista, personas diferente a nuestra apreciación de la realidad. Todo esto se manifiesta y se comprende como: el ponerse en el lugar del otro y la tolerancia como aquella capacidad de no menospreciar lo extraño o ajeno por la sencilla razón de que no es parte de nosotros.

Por otro lado, el asentamiento del pluralismo dio origen a ciertas características fundamentales como son: primero, un orden social con posibilidad de vida, es decir, con las ganas suficientes para ser de nuestra sociedad un mañana mejor a partir de nuestra calidad de vida, pero una vida concreta y proporcionada con el fin de alcanzar el perfeccionamiento y bien común de la sociedad; segundo, supone también una mentalidad generalizada que respete el orden de convivencia, a través del respeto, la libertad, responsabilidad y sobre todo la democracia.


Bibliografía
AYLLÓN VEGA, José. (2000). Desfile de Modelos: Análisis de la conducta Ética. 5º Edición. España: RIALP. Pags 215.

FAZIO FERNÁNDEZ, Mariano; FERNÁNDEZ  LABASTIDA, José. (2004). Historia de la Filosofía IV Filosofía Contemporánea.  España: Palabra. Pags 463.

RATZINGER, Joseph. (2005). Verdad, Valores, Poder: piedras de toque de la sociedad pluralista. 4° Edición. España: Ediciones Rialp, S.A. Pags 108.

RODRÍGUEZ, Leonardo. (2001). Ética. España: Biblioteca de Autores Cristianos. Págs 289.

VILLAPALOS, Gustavo. (1997). El Libro de los Valores: valor y teoría de los valores. España: Editorial Planeta, S.A. Pags 453.

YEPES STORK, Ricardo; ARANGURÉN ECHEVARRÍA, Javier. (2003). Fundamentos de Antropología: un ideal de la excelencia humana. 6° Edición. España: EUNSA. Pags 375.


Bibliografía Complementaria
AYLLÓN, J. Ramón. (1998). Ética Razonada. España: Ediciones Palabra S.A. Pags 234.

CARRERA, Gabriela. (2005). Los Valores en la Convivencia Humana. España: Grupo Cultural S.A. Pags 447.

GRUPO EDITORIAL EURO-PERÚ. (2002). Educando en Valores: educación moral, ética, del carácter. Perú: Grupo Editorial Euro-Perú. Pags 98.

MARITAIN, Jacques. (1995) Humanismo Integral: Problemas temporales y espirituales de una cristiandad. España: Ediciones Biblioteca Palabra. Pags 374.

MARTÍ GARCÍA, Miguel. (2001). La Tolerancia. 4°Edición. España: Ediciones Internacionales Universitarias. Pags 114.

NAVARRO RUBIO, Mariano. (2003).  La Participación Social. Colombia: Ediciones Instituto Latinoamericano de Liderazgo. Pags 93.

SILVA SANTIESTEBAN, Fernando. (1998). Antropología: conceptos y nociones generales. Perú: Fondo de Desarrollo Editorial Universidad de Lima. Pags 547.




[1]En el ámbito social puede hablarse analógicamente de pluralismo: noción contemporánea versátil de la estratificación de caracteres de los hombres, desarrolladas en un lugar y determinadas por fines culturales, religiosos, económicos y políticos en un marco temporal específico. Aceptar a los demás como son y de donde provienen es un principio universal básico para mantener buenas relaciones en una sociedad o mundo pluralista.
[2] Respecto a las características sobre la practica de la tolerancia es importante considerar lo siguiente: que la explicación de la tolerancia parte en sí de su sujeto natural, que es la persona en sociedad, la cual muestra amor a sí mismo  y hacia los demás; entendiéndose así como la expresión más clara del respeto por los demás y, como tal, es un valor fundamental para la convivencia pacífica entre las personas. Otra de las características es que la tolerancia se encuentra estrechamente vinculada a la verdad, donde el hombre debe ser tolerante porque en él hay una verdad que defender: el carácter situado de su libertad; es decir, la existencia de esa combinación entre libertad y respeto entre lo que ya es: la verdad.
[3] La idea de que la ética es una dama severa de rostro torbo y deseagradable, vestida de negro, que vive alejada de la luz en una lóbrega cueva dedicada a reprenderal hombre y leerle la cartilla; v. RATZINGER, Joseph. (2005). Verdad, Valores y Poder: Piedras de toque de la Sociedad Pluralista. España: Ediciones Rialp, S.A. 15.
[4] Esta denominación ha de ser tomada en términos puramente descriptivos: la adopción de la Tolerancia para permitir todo a partir de que existe una doble verdad. Un modo de pensar y actuar que hoy ha llegado a ser predominante en muchos países desarrollados, asumiendo una postura digna de apoyo de pretender excluir cualquier forma de reproche hacia conductas distintas a las que nosotros practicamos, sobre todo se predica una mundo en el que todo sea evitar una grado de compromiso elevado.
[5] Denominación que pretende la defensa de todo aquello que me crea un beneficio, es por ello que se encuentra la precencia de una indiferencia a todo lo que me rodea, si esto no me satisface: siendo el mal ajeno algo que en realidad no nos incumbe en lo más mínimo, más aún caundo esa persona ajena a mí la considero diferente. El hombre de hoy tiene como fin él mismo, prestando atención a su ego y desarrollo en una sociedad plural en la que lo que importa es marcar la distancia con todo aquello desfavorable para uno.
[6] Todas sus acciones se supeditan a ese objetivo. No se trata tanto de un egoísmo puro y duro, como de buscar solo lo conveniente y útil para mí; v. YEPES STORK, Ricardo; ARANGURÉN ECHEVARRÍA, Javier. (2003). Fundamentos de Antropología: un ideal de la excelencia humana. 6° Edición. España: EUNSA. 175.
[7] El saber y la virtud son posesiones humanas muy elevadas y más enriquecedoras que lo puramente técnico y corporal, son realidades que transforman al propio hombre, le dan un modo de ser, lo cual nos hace ver que la felicidad no está tanto en el tener (un sentimiento, un placer, un hábito, un estado) sino en el ser (una condición de la persona misma. La conformidad intima entre lo que se quiere y lo que se vive),  por lo tanto lo que hay que hacer para obtener la felicidad es practicar las virtudes y hacerse así virtuoso; esa es la mejor sabiduría, ser virtuoso es el modo de crecer y llegar a la plenitud humana; v. Cfr. YEPES STORK, Ricardo; ARANGURÉN ECHEVARRÍA, Javier. (2003). Fundamentos de la Antropología: Un Ideal de la Excelencia Humana. 6º Edición. Navarra. EUNSA. 160.
[8] Kelsen llegó al extremo de defender la necesidad de imponer, con sangre y lágrimas si hiciera falta, la certeza relativista. Es preciso creer firmemente en la necesidad de no creer en nada. El punto esencial de la democracia es la libertad; el problema está en el tributo que se pide a cambio: nada menos que el bien, y con él los demás valores, deberán desaparecer del horizonte democrático; v. Cfr. RATZINGER, Joseph. (2005). Verdad, Valores y Poder: Piedras de toque de la Sociedad Pluralista. 4° Edición. España: Ediciones Rialp, S.A. 13-14.

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